En esa botella azul te vi (y escenas inconexas)

Oye, no voy a ponderar tu manera de bailar, ni tu manera de hablar. Ni el brillo de tus ojos cuando pogueas y gritas. Y luego serenamente escuchas a Mozart porque sabes de gloria, devaneos, dolor y belleza.

Ayer no te vi y en una acto inaudito rasgué mi pobrecita alma, atenté contra su aquietada canción. Y como tenía en la mente, en retrodial la palabra paria, me saqué la cabeza y puse sus neuronas delicadamente en un lugar iluminado. Hoy escogí la botella azul y cogí mi cabeza, la mojé y mojé liberándola del calor veraniego que nos mata.

Así habló el quinceañero del quinto piso y su castaña melena me conmovió, se veía desamparado como un ángel expulsado del paraíso. Pobre niño, adicto a la tardes negras, arrinconado en su alucine y sus risas entrecortadas.

¿A dónde te llevarán mañana? Si no fuera porque usas los vidrios para cortar tus venas, te regalaría la botella azul y en un simple sueño, te vería dentro de la botella, cual peregrino mágico que vuela, salta y regresa aquí, donde los ogros de los cuentos existen y matan , siempre matan.

***

Escenas inconexas

Basta: la botella azul es una botella bonita y nada más. No hay ogros, hay asesinos de carne y hueso.

Las niñas prostitutas salen en las noches a las calles céntricas de la ciudad. Pronto morirá una, mortalmente enferma. Hombre altos, gordos, bajos, delgados, babean y persiguen a las niñas. La gente 'honesta' juzga a las niñas, y ni mira a esos hombres.

Una niña besa a un hombre obeso con terno y casimir. Y nadie grita.

Tú eres una pobre diabla, le dijeron. "Tú no sabes escribir, eres un fraude". Ella giró sobre sí misma formando un vector existencial. Y en el ángulo de la pirámide, se deslizó sin nadie a su lado.

La soledad es a veces, estar suspendido en un ángulo, en el tiempo cerrado, sin sonrisas y ni una palabra afectuosa. O en un péndulo, en el movimiento de un tic tac .

Esa colonia se vende masivamente. Pasa por mi lado alguien oliendo a esa colonia y no me recuerda los días de mar allá en Sochi. Me recuerda a la colonia en sí y ahora que escribo sé que es como si la colonia no existiera ya.

Los olores corresponden a quien los usa en la escena única: tú "llevabas con simpleza lo inolvidable"*

Aquel aroma se mezcla con el smog y otras transpiraciones, aparte de la mía y no importa ya. Es una colonia cualquiera. Y sí importa, es una colonia especial.

Ni sabia o alegre eres. Aburres, eres pomposa y ni siquiera eres joven.

Ella es joven, es pomposa, no es pomposa, no es joven y sí es alegre. Sabia a veces es y triste también.

Y luego dicen que la belleza es rara.

Veo a Javier Diez Canseco en un afiche de propaganda electoral y pienso en que hay algo en él que lo limpia ante mis ojos: sabe que perderá. No será Presidente de este país saqueado, y sin embargo es el candidato de las denuncias y el 'quítame todo lo que huela a podredumbre', o sea al poder.

Creo que esta vez votaré por él.

Mi hijo está creciendo y sus ojitos son hermosos. Le gusta ver a su hermanita y en ella concentra

su mirada. Cuando veo esa escena, me olvido de las sombras, de ese balanceo del tiempo, los papeles gastados, la llamada urgente, algo alevoso en el acto de salir...

Cuando seas padre o madre, no olvides que es mortal no tener qué comer.

Tu rostro es sublime. Lo sé. Tiene arrugas juveniles y su expresión es irónica. Te gusta escribir, escribir, escribir.

Yo en las mañanas al lavarme la cara, pienso en tu rostro y mientras me baño, lo dibujo mentalmente y veo tus manos elevadas y tiernas, llevando aquel libro de ese autor raro, y al salir con las gotas que dejo en mi espalda, guardo el jabón y me visto, lentamente, sólo por seguir pensando en tu lejano rostro..

Y después el verano arrastra los pensamientos, arrastra mi cuerpo, arrastra todo.

* De la poesía de Luis Hernández.

Ilustración: Peter Wingwitt.