De la musa y el numen

Margot, carismática escritora a quien imagino como una hada risueña escribió este post en su blog Lenguas mordidas y me hizo pensar otra vez en las musas.

En mi entorno, tengo una musa y fuera de él un numen. Mi musa es bebé (pronto será la niña musa) y quien la ve, de una u otra forma siente que es inspiradora, con su sonrisa y sus gestos juguetones.

Mi numen escribe y no me conoce ni yo le conozco

o lo que sé de mi numen es lo que escribe y nada más, nada menos, lo demás son conjeturas, lúdica para el imaginario personal.

Pienso que pasarán los años y que tal vez no le conozca nunca. El bólido tiempo se lleva los sentimientos, la molecular experiencia de los placeres, así que las ilusiones y el fatalismo no armonizan con las sensaciones del ahora. El futuro se plasma a cada rato como espuma de catarata.

¿Tienes un numen? ¿Tienes una musa? Quizás eres tú mismo un numen, tal vez tú eres una musa.

En estos tiempos, se han roto las sujeciones dogmáticas. La musa y el numen pueden ser seres dinámicos siendo ellos mismos creadores, que a su vez tienen cada uno una musa o un numen y así sucesivamente, como en las matriuscas rusas, dentro de una más grande, va una más pequeña, conteniéndose por tamaños, una dentro de otra o como en un caja de pandora, con secretos y tesoros alucinantes.

¡Qué posibilidades de hermosura hay en las relaciones sentimentales más allá de las máquinas de guerra y los corsés imaginarios que las rutinas consagran!


¿Suena muy sentimental?. No importa, a veces hay que ser sentimental. Tampoco importa este vez la redundancia. Llámenle énfasis. Eso.

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Una canción que al escuchar por primera vez me pareció hecha para la musa bebé:

Imagen, de Amelies Welt.