Bitácoras: plenitud y desarraigo.

Ideas que irrumpen como extraños seres que salen de un cartel en la estación del tren...
Ilustración: Moebius.

Es un embrollo perderse en el dilema sobre dónde poner a mi bitácora, pensé.Y finalmente la inscribí en 'personales'. Y héme aquí hace meses, pasando un período de 'congelación' por unos días en que no podía entrar al blog ni escribir en los comentarios, para avisar lo que sucedía. Así, que saqué otra url, y proseguí con los posts, el vaivén, lo alucinante y simple en otro color, que ya no era el azul, sino un celeste al que luego, también diría adiós.No me ceñí a los parámetros de lo que es un blog personal. Si quiero escribo un poema, si quiero comento una película, hago ejercicios de la escritura, divago, no soy una especialista. Y a veces no divago, sueño e irrumpo en mi engañosa tranquilidad y otra vez escribo.

Cuando llegué a la blogosfera todo o casi todo me pareció tan vasto, que me perdía. Aún estaba hallando cierta profundidad en mis fisuras y ya sabía que estar aquí es más que un albur, y seguí raspando el terreno. Aquel de las preguntas que más vale dejarlas flotando hasta que se aclare más lo que uno quiere de la vida. O eso no, eso es algo candoroso: es que a veces hay rezagos de ingenuidad y uno ni se da cuenta. Dejar las preguntas como si fueran vinos que deben añejarse, eso es lo que hace alguien que no coloca todo perfectamente en el casillero vida, porque cada casilla se transforma en una mesa o en un baúl y nada es ya igual. Así que a tiempo, me di cuenta y sigo itinerarios extraños, cotidianos, y otra vez extraños.

Recuerdo aquella vez que leía en 'La casa giratoria' unos comentarios en donde un blogueador atacó a otro y su tono agresivo fue aumentando. El anfitrión intervino y delimitó lo que se veía, iba a ser una bronca de esas que al punto atraen las lecturas de otros que ante el pugilato van prestos a presenciarlo y si es posible a azuzarlo, para que todo sea más emocionante, porque para muchos eso es lo más emocionante, la verborrea de una parte, y que el otro o bien conteste con altura, se enoje un poco y prosiga, o responda como otro energúmeno y así sucesivamente; una especie de espectáculo. La clase de espectáculo que no me interesa. En este caso Ángel intervino y detuvo la discusión que ya ni recuerdo en qué se centraba. Me llamó la atención su actitud . Si hubiese sido otro, uno de esos que se mueren por llenar de comentarios a sus posts a como dé lugar y bajo cualquier circunstancia, la asonada verbal habría retumbado. Esos que podrían apostar su reloj por algo así, dicen "no me importa que se vayan por las ramas pero podrían discutir sobre lo que he escrito en mi post...'cuando ya la afrenta está en su auge; y en el caso de La casa..., decía, si el anfitrión se lavaba las manos un largo rato, el encantador debate hubiera tomado dimensiones escatológicas y todo bien, gracias, que arda Troya. Primero el rating en el estilo talk show y luego los réditos, la fanfarria... como decía, encantador.

Ahora, eso de pintárselas del buenito de la película es fatal. Y recordé a los bienpensantes. Una especie bastante prolífica, con la impostura del desaire a flor de piel. El 'bienpensante', es alguien que considera, por ejemplo, que alguien que no estudia filosofía en la universidad, es imposible pueda comprender o siquiera atreverse a hablar una pisca de Bordeau -no cabe en la cabeza del bienpensante que ni en sus pesadillas se reconocería como tal, porque se supone abierto, supercrítico y 'diferente'; que los autodidactas exploren a Bordeau- y menos que no les interese 'beneficiarse' de los elogios y alguna mención en un sitio reconocido en el mundillo de los intelectuales. Nada de eso lo acepta el bienpensante porque su mira es ascender en ese mundillo, y es como que todos los conocimientos formaran ropajes con lo que se viste, mas en el fondo, todo son palabras, estudios, teoría, elucubraciones y nada, nada más.

He encontrado bitacoras que si no leo, veo, escucho, me quedo con la extraña sensación de que algo realmente importante me falta. Imagino a aquellos blogueadores ensimismados, oyendo sus propias voces mezcladas a las de otros, abismados, concentrados, o en estado alterado, buscando la catarsis o la palabra precisa, el juego, la imagen y siempre la soledad. Aquella viejísima soledad que te dispara o acoge. Con ella reconoces quién eres, y cómo te transformastes, con ella te lanzas a ser tú.

El deseo de ser diferente es un distintivo del ser humano que quiere salir del marasmo institucionalzado al no haber sido absorbido por éste o acaso en un intento de abandonar el redil. Y en esa tónica, está la onda de los blogs, sus diversos ritmos, sus despliegues creativos por salir del engranaje/sociedad/ pulpo que con sus brazos se moviliza atenazando mentalidades, vendiendo ideas y mitos.

Hoy más que nunca el deseo de ser diferente atenta contra las modas. Me refiero a ese deseo que es distinto al deseo masivo de no ser uno más en un mundo globalizado, en una sociedad caricatura. Ese deseo radicalmente distinto al piélago de los inconformismos rosas. Y mucho de ese anhelo, he encontrado en diversas bitácoras, y creo que esa potencia es la retroalimentación mutua, le nutre a él, me nutre a mí, nos nutre. Solamente por ese deseo, vale la pena desvelarse escribiendo, hacer una bitácora, darle lo que tienes, lo que eres, y persistir. Insumisión activa.

Alguien que no entiende lo que es esta necesidad de escribir en el tránsito de ser distinto, como consecuencia natural, y no como impostura; ese alguien multiplicado a la milésima cantidad, tendrá su propia ruta, con su puesta de sol y su despeñadero listos. Y tiene derecho a ser lo que le plazca, y en donde quiera y a la hora que pretenda, en el instante preciso, y los aplausos sonarán, sin duda.