Para Álvaro.
El laberinto se ha encaramado en nuestras vidas y no nos damos cuenta. Laberinto-sentimientos, laberinto-pensamientos- laberinto-racionalidad. Lo cotidiano se transmuta en
espanto, ira, destellos de felicidad. Un amigo budista me mira , se diría , inexpresivamente, mas
no, me escudriña, ¿ su espiritualidad está a miles de kilometros más alla de la mía?. Le contemplo, en ese instante amo su faz serena.
Soy mortal como tú, como aquel, oscura y melodiosa como una canción gótica. Cuando soy así,
el rocker que dibuja extraños seres me mira cálidamente. Nadie quiere leer algo gris o sí? Por eso siempre vuelvo a Cioran, a su develamiento impúdico, a su ironía desarnada. Nadie quiere
leer acerca de la futilidad de los actos complacientes, de la anti-veleidad.
Consejos morales, lamentos disfrazados de caridad, como palaciegas palabras, como canto de sirena , eso no me seduce.
Me gustaría entrar a un laberinto donde buscar el centro fuera como jugar, jugar sin horario ni deber, y que al llegar a aquel centro, encontrara en una caja algo que siempre haya anhelado y que quizás por las capas-rutinas, una tras una superpuestas, haya olvidado.
Y luego qué? alisarse el cabello alborotado, salir, retornar a otro laberinto, a otra sinuosidad...
El laberinto se ha encaramado en nuestras vidas y no nos damos cuenta. Laberinto-sentimientos, laberinto-pensamientos- laberinto-racionalidad. Lo cotidiano se transmuta en
espanto, ira, destellos de felicidad. Un amigo budista me mira , se diría , inexpresivamente, mas
no, me escudriña, ¿ su espiritualidad está a miles de kilometros más alla de la mía?. Le contemplo, en ese instante amo su faz serena.
Soy mortal como tú, como aquel, oscura y melodiosa como una canción gótica. Cuando soy así,
el rocker que dibuja extraños seres me mira cálidamente. Nadie quiere leer algo gris o sí? Por eso siempre vuelvo a Cioran, a su develamiento impúdico, a su ironía desarnada. Nadie quiere
leer acerca de la futilidad de los actos complacientes, de la anti-veleidad.
Consejos morales, lamentos disfrazados de caridad, como palaciegas palabras, como canto de sirena , eso no me seduce.
Me gustaría entrar a un laberinto donde buscar el centro fuera como jugar, jugar sin horario ni deber, y que al llegar a aquel centro, encontrara en una caja algo que siempre haya anhelado y que quizás por las capas-rutinas, una tras una superpuestas, haya olvidado.
Y luego qué? alisarse el cabello alborotado, salir, retornar a otro laberinto, a otra sinuosidad...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario