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26.1.08

¡Hey, viva la música!

Cuando hay que gritar


Fusiones.

Me veo bailando en una fiesta populosa esta canción (y fíjense por favor en los ilustrativos comentarios vía youtube, a propósito del racismo sobre el que comentábamos en un post anterior)



Estuve escuchando la otra tarde una sesión radial de reaageton. Me saqué las audífonos y atentamente me empapaba de los ritmos reaggetoneros. La monotonía y las letras me agotaron. Pensé en su origen. Y luego leyendo y leyendo me fui a los años de las panteras negras cuando Jean Genet se iba con ellos a todos lados y Angela Davis era un ícono viviente. Afrontaban el racismo y la pobreza de los suburbios. Ahora no hay nada sino una ola sexual en nota de parodia soez. Luego me dije, vamos, busca, deben haber otros reductos que te den otros parámetros musicales en el reaggeton. Así que empezaré esa indagación pronto. Lo he postergado, porque suelo remover libros y documentos cuando me apasiona hacerlo. En este caso mi interés va por la dilucidación y eso se torna apasionante. Vivimos tiempos feroces, más feroces que nunca. Y toda la ferocidad está difrazada y coludida con una mercadocracia que pega en los circuitos juveniles.

Cuando escucho o leo acerca de la llegada del reaggeton y la cumbia/technocumbia a las discotecas pitucas, como si eso fuera una gran conquista, me pregunto hasta qué extremos ha calado en el imaginario popular, la necesidad de integrarse a como dé lugar en esferas donde saliendo de ellas -llámense en un caso, discotecas- el que no parece un extranjero, es ignorado. La nota cíclica de los desprecios vía racismo, transmitidas vía educación. Podrán decirte que el racismo es vergonzante mas si está en tu vida porque atravesó tus primeros años, su inoculación permanece como una hepatitis crónica en el inconsciente y lo que queda es inyectarse de lucidez . Solamente eso y claro, ser un heterodoxo que no es lo mismo que decir que toleras y no discriminas a los que no son como tú.

Por la vía estética aún no le encuentro nada interesante al reeaggeton. Y no lo tolero, simplemente no tengo por qué conformarme con escucharlo a todo volúmen en las combis en las que viajo día a día. Aunque tuviera mi auto, no estaría libre de su influjo. Suena por todas partes. Me queda restarle efecto. Y no envenarme con sus radiaciones. Es una decisión personal.

Tal vez mañana encuentre sus ritmos monótonos, matizados, fusionados con otros ritmos de tal manera que exista una calidad que me cautive. A mí y tal vez a muchos más. Eso me regocijaría y sé que no es imposible.

Entretanto tarareo una canción que nadie podría afirmar que no es paradigmática en la fusión del rock con el huayno. Una maravilla musical.

Es asombroso cómo recordar a Simone de Beauvoir me condujo a esta canción en un rizoma inesperado o en realidad es lo más natural, si medito los por qués. Y fue por Simone que nació el impulso para escribir este post. Probablemente evocar a la centenaria cargada de vitalidad y erótica en su cuerpo y mente me llevó al territorio de las palabras. De estas palabras.