Vi a Buda

Me hablaste de Buda y su serenidad. Tú, el que escribía los más hermosos cuentos y soñaba con construcciones futuristas. Tú que ahora eres el amigo que habla amargamente del bólido tiempo y de sus azares e injusticias. Y se ríe, se desdibuja en los contornos de la ciudad y de su propia alma.

Nuestro hijo es un niño sonriente y te ama. Ama todo lo que viene de tu inteligencia luminosa y de tu bondad. Yo les contemplo y me voy lejos.

Tú sabes que yo soy alguien extraviado que sabe dónde no estar. Sabes de mis desvelos y mis necedades. Por eso a veces me escuchas y abres el universo en dos para dejar pasar las palabras y filtrar verdades que nuestro hijo atisba y sueña. Como en las canciones de Leonard Cohen, así caminas y buscas, buscas.

Hoy vi a Buda. Me habló del destino y de mi muerte. Me habló de nuestro niño elevado en su propia constelación y de tu partida. Cuando estés lejos, pensarás en el pequeño que entre alfiles y reyes baila y le enviarás palabras, libros y juguetes. Cuando estés lejos, alguna vez recuérdame, y ríete de mis desatinos, mas nunca de mi fragilidad, porque sabes que mi fortaleza se agazapa en sus bordes. Y sabes que en la extrema lejanía permanecen las vibraciones del espíritu errante, ese fluido de nuestras vidas que poco a poco desaparecerá entre la bruma y la nada.

Ilustración: Marc Chagall.

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Ahora que los candidatos presidenciales se ajustan las corbatas y afinan sus voces, pienso que sería gratificante marchar por las calles con caricaturas gigantescas de estos señores y señoras. Y banderas negras flameando en la tarde veraniega. Y canciones vigorosas que hablen de todo menos de elecciones y de sus recurrencias, toda esa parafernalia inútilmente llamativa.

Pausa

Prepararase para lo que vendrá: 1..., 2..., 3.., 4.

Buda descendería entre los manifestantes, así todo gordito como es, sonreiría, lanzaría carcajadas y con sumo cuidado se abriría paso entre nosotros, los atónitos que le miraríamos como se mira al más grande sueño caminando. Buda, tan fresquito y alucinante, adelante y nosotros siguiéndole el paso. Llegaríamos al Congreso y los destacamentos especiales de la policía recibirían órdenes para dispararnos, mas Buda detendría con sus regordetas manos, todo disparo, toda afrenta, esquirla, bomba lacrimògena, chorro de agua. Buda y nosotros riéndonos como locos entre los policías trastornados por el despelote y nuestra desfachatez imperdonable.

Entraríamos al Congreso, cargaríamos en vilo a los padres de la patria, aunque se resistieran, aunque llegaran más policías y helicópteros, y los soldaditos al estilo de los rangers de usa, rodearan el hemiciclo. Porque nada podría contra nosotros con Buda limpiándose la transpiración con una bandera negra. Buda encantado entre nosotros, héroe, iluminado, el rey de las performances más vitalistas que hayan existido.

Nosotros, la multitud, cargaríamos a Buda y el abuelo intracosmonauta pondría en el equipo de sonido de ese dorada sala: 'Happy Together' que bailaríamos gozosamente con Buda, inusitadamente ligero como el más virtuoso bailarín.

Seríamos felices, tan felices como nadie, nunca lo ha sido.

Para escuchar 'Happy Together', ubicar canción en la radio del puerto.

Bailemos.