Saúl era un chico conversador, hasta cierto punto encantador. A la manera de los chiquillos tontos que miran películas porno y gritan desaforadamente como si todo eso fuera la máxima maravilla. La verdad es que a Saúl, esas películas no le causaban ningún placer.
Saúl prefería no hablar, ni ser encantador. Saúl solamente actuaba.
Su figura de chico inocente con el caminar desgarbado y sus cabellos pelirrojos le daban un bluf singular. Las chicas le observaban, se codeaban al verle pasar y una que otra suspiraba como si Saúl fuera uno de esos actores de moda que enloquecían a las nenas con minifalda y coca en el bolso.
Aquella tarde de verano pegajoso y helados en las bocas de sus compañeros de clase, le asqueaba. Salió de la clase de inglés con un bostezo y ganas de hacer algo diferente que le hiciera sentirse vivo.
- Hey Saúl, vamos a hacer tiempo y luego nos tomamos unas chelas. Las hembritas están para comérselas. Vamos.
Quien gritaba era Edwin, uno de los distribuidores caleta de la coca. Siempre
se le veía impecable, alegre, casi exultante.
- Tengo otro saque. Una hembrita lista ya. Sin rodeos, me aviento y listo. Dijo Saúl, mientras hacía un ademán para que el otro le de la coca. La entrega en el baño, fue veloz.
- Oye, tú sí que tienes suerte. Cuando me vaya lejos, me pintaré de rojo el pelo, a ver si así los pimpollos se ponen más suaves.
Edwin se reía casi como tosiendo y desapareció entre el tráfago de la calurosa tarde. Saúl le vio irse con una expresión de disgusto.
- Harto, estoy harto de los días y las noches, casi iguales unas tras otras.
Vamos cuerpo mío, algo real haremos hoy. Se dijo a sí mismo el muchacho.
Regresó a su casa. O a su mansión, un caserón ficho en San Isidro.
Antes que el viejo venda esta casona de marras, algo memorable haré. Me lo he prometido.
Las empleadas fuera de casa, en un cumpleaños. Papá y mamá en Miami, celebrando sus veinte años de matrimonio.
- Y el viejo la engaña. Ella se hace la que no lo sabe o es idiota. La mujer que me trajo al mundo no puede ser una infeliz. El hijo demostrará que es distinto.
Lástima que deba ser secreta la demostración. Mascullaba Saúl mientras tomaba entre sus manos la foto de Mónica . Ese instante valía lo que todas las peliculillas porno le negaban. 'Ni siquiera está desnuda', pensó y levemente sonrió. Extendido en su cama se concentró en el deleite. Luego dejó la foto sobre sus pantalones mojados por la eyaculación.
Se bañó, se cambió de ropa y repasó su plan.
Con la copia de aquella llave partió en el auto hacia la casa de la amante de su padre.
En el camino, antes de entrar a la Costa verde, vio a un chico rodeado de gente en una vereda. Debido a la luz roja, pudo ver que pintaba paisajes con sprays que prendía con un fósforo. Vio siluetas de hombre y mujer dibujados con la noche de fondo en cartulinas. Un paisaje común acrisolado por los colores. Ya no era un dibujo cualquiera.
- Ah, toda esa chusma allí entorpeciendo el tránsito. Saúl refunfuñó y sin embargo el recuerdo de esos dibujos se quedaron en su mente, un buen rato. En realidad siempre le gustó dibujar y con el paso del tiempo, lo cambió por las finanzas, que al fin y al cabo le daban el dinero con el que compraba la coca.
No, no era drogadicto. Al menos, todavía no.
Salió precavidamente y dio el pase indicado en la entrada que era un gran enrejamiento con vigilantes uniformados. Su fisonomía y el Audi reluciente eran su mejor carta de presentación ante estos guardias ceremoniosos . Saúl había repasado una y otra vez su plan.
Entró a la Villa y llegó a la casa cuyo aspecto le recordaba a la casa de un compañero de colegio, pequeña, como si fuera una de esas casitas de chocolate de los cuentos que su madre le leía cuando era niño.
Avistó a la mujer de inconfundible ojos verdes. La vio con los prismáticos, desde un discreto ángulo en un mirador. Diablos, estaba acompañada y el tipo que la abrazaba tenía el aspecto de un fisiculturista.
- Viejo cornudo, dijo pensando en su padre.
Saúl esperó verlos salir. Sin embargo se dio cuenta que observar con el largavistas podía ser una experiencia mil veces más interesante que las sesiones de los compañeros del Instituto con las películas porno. Tuvo que detenerse al ver que ciclistas se detuvieron a descansar cerca de él. Maldijo silenciosamente. Y al instante corrió al Audy para seguirlos. Apenas si habís visto cómo copulaban en la sala.
Los siguió enardecido dándose cuenta que todo se trastocaba, que su plan variaría, y que aún así no renunciaría en cumplirlo. La observó . Era una mujer que no tendría más de 30 años. La firmeza de sus piernas era visible como la turgencia de sus senos y la sonrisa esquiva. El vestido floreado que llevaba era de gasa ceñida a su cuerpo.
Él era alto y extrañamente se parecía a su padre. Caminaba erguido, arrogante y verdaderamente se parecía tanto a su padre, que solamente viéndole el rostro liso y el cabello más claro que él de su padre, lo diferenciaba y alejaba de la certeza de que fuera tal. Era un cuasi clon.
Casi anochecía y sin embargo ambos salieron con lentes oscuros. Saúl iba cautelosamente tras de ellos. Hasta que llegaron a la playa. Una limpia playa.
Descencieron. Saúl aguardó espectante y vió cómo deshinbidamente se sacaron la ropa. Ella corrió con esa sonrisa huidiza en la cara. Él gritó: ¡hagamos una carrera!. Ella levantó los brazos , los cruzó en una equis y corrió tan raudamente que el hombre no pudo alcanzarla. "Quédate atrás don clon", murmuró Saúl. Una música de vientos húmedos pasó. Saúl hubiera querido estar al lado de ellos. Dispararles a bocajarro. Hubiera querido ver el rostro espantado de la amante de su padre. Eso era lo que había deseado tanto hasta que la vio yano en una foto, si no allí corriendo. Aquel misterio del que los poetas hablaban, estaba en esa mujer de ojos verdes.
El que debía morir era ese cuasi clon. Era inaudito que la cara de su padre se duplicara en un hombre joven y que este hombre pudiera hacer suya a aquella mujer.
Vio cómo jugaban en el mar y cómo la espuma de las olas cubrían sus cuerpos transformándolos en seres de fantasía. Ya no eran dos amantes ordinarios en una playa lejana de la ciudad, míseros en sus secretos y mezquindades. Ahora eran dos cuerpos magnéticos saliendo del mar.
Saúl cerró los ojos con fuerza. Después de ese baño de mar, el cuasi clon moriría. Él mataría a esa ridícula imitación de su padre. Después de ese baño de mar, más tarde.
Y al pasar las horas, Saúl lo cumplió.
....
El tiempo cayó encima de Saúl. El tiempo, siempre el tiempo.
Dos años más tarde, internado en una clínica psiquiátrica persistentemente evocaba aquella tarde , y se repetía una y otra vez: lo mataré, lo mataré, después de ese baño de mar.
Luego veía el rostro del hombre parecido a su padre. Veía su cuerpo desplomándose y todo aquel pánico en sus ojos. Esa era la muerte y él la conocía: era un par de ojos apagándose, el vacío, el silencio en el aire, y nada más.
Siempre igual, esos ojos, ese horror.
Y el tiempo era la muerte lenta de Saúl. El tiempo.
Foto: Herbert List.
Saúl prefería no hablar, ni ser encantador. Saúl solamente actuaba.
Su figura de chico inocente con el caminar desgarbado y sus cabellos pelirrojos le daban un bluf singular. Las chicas le observaban, se codeaban al verle pasar y una que otra suspiraba como si Saúl fuera uno de esos actores de moda que enloquecían a las nenas con minifalda y coca en el bolso.
Aquella tarde de verano pegajoso y helados en las bocas de sus compañeros de clase, le asqueaba. Salió de la clase de inglés con un bostezo y ganas de hacer algo diferente que le hiciera sentirse vivo.
- Hey Saúl, vamos a hacer tiempo y luego nos tomamos unas chelas. Las hembritas están para comérselas. Vamos.
Quien gritaba era Edwin, uno de los distribuidores caleta de la coca. Siempre
se le veía impecable, alegre, casi exultante.
- Tengo otro saque. Una hembrita lista ya. Sin rodeos, me aviento y listo. Dijo Saúl, mientras hacía un ademán para que el otro le de la coca. La entrega en el baño, fue veloz.
- Oye, tú sí que tienes suerte. Cuando me vaya lejos, me pintaré de rojo el pelo, a ver si así los pimpollos se ponen más suaves.
Edwin se reía casi como tosiendo y desapareció entre el tráfago de la calurosa tarde. Saúl le vio irse con una expresión de disgusto.
- Harto, estoy harto de los días y las noches, casi iguales unas tras otras.
Vamos cuerpo mío, algo real haremos hoy. Se dijo a sí mismo el muchacho.
Regresó a su casa. O a su mansión, un caserón ficho en San Isidro.
Antes que el viejo venda esta casona de marras, algo memorable haré. Me lo he prometido.
Las empleadas fuera de casa, en un cumpleaños. Papá y mamá en Miami, celebrando sus veinte años de matrimonio.
- Y el viejo la engaña. Ella se hace la que no lo sabe o es idiota. La mujer que me trajo al mundo no puede ser una infeliz. El hijo demostrará que es distinto.
Lástima que deba ser secreta la demostración. Mascullaba Saúl mientras tomaba entre sus manos la foto de Mónica . Ese instante valía lo que todas las peliculillas porno le negaban. 'Ni siquiera está desnuda', pensó y levemente sonrió. Extendido en su cama se concentró en el deleite. Luego dejó la foto sobre sus pantalones mojados por la eyaculación.
Se bañó, se cambió de ropa y repasó su plan.
Con la copia de aquella llave partió en el auto hacia la casa de la amante de su padre.
En el camino, antes de entrar a la Costa verde, vio a un chico rodeado de gente en una vereda. Debido a la luz roja, pudo ver que pintaba paisajes con sprays que prendía con un fósforo. Vio siluetas de hombre y mujer dibujados con la noche de fondo en cartulinas. Un paisaje común acrisolado por los colores. Ya no era un dibujo cualquiera.
- Ah, toda esa chusma allí entorpeciendo el tránsito. Saúl refunfuñó y sin embargo el recuerdo de esos dibujos se quedaron en su mente, un buen rato. En realidad siempre le gustó dibujar y con el paso del tiempo, lo cambió por las finanzas, que al fin y al cabo le daban el dinero con el que compraba la coca.
No, no era drogadicto. Al menos, todavía no.
Salió precavidamente y dio el pase indicado en la entrada que era un gran enrejamiento con vigilantes uniformados. Su fisonomía y el Audi reluciente eran su mejor carta de presentación ante estos guardias ceremoniosos . Saúl había repasado una y otra vez su plan.
Entró a la Villa y llegó a la casa cuyo aspecto le recordaba a la casa de un compañero de colegio, pequeña, como si fuera una de esas casitas de chocolate de los cuentos que su madre le leía cuando era niño.
Avistó a la mujer de inconfundible ojos verdes. La vio con los prismáticos, desde un discreto ángulo en un mirador. Diablos, estaba acompañada y el tipo que la abrazaba tenía el aspecto de un fisiculturista.
- Viejo cornudo, dijo pensando en su padre.
Saúl esperó verlos salir. Sin embargo se dio cuenta que observar con el largavistas podía ser una experiencia mil veces más interesante que las sesiones de los compañeros del Instituto con las películas porno. Tuvo que detenerse al ver que ciclistas se detuvieron a descansar cerca de él. Maldijo silenciosamente. Y al instante corrió al Audy para seguirlos. Apenas si habís visto cómo copulaban en la sala.
Los siguió enardecido dándose cuenta que todo se trastocaba, que su plan variaría, y que aún así no renunciaría en cumplirlo. La observó . Era una mujer que no tendría más de 30 años. La firmeza de sus piernas era visible como la turgencia de sus senos y la sonrisa esquiva. El vestido floreado que llevaba era de gasa ceñida a su cuerpo.
Él era alto y extrañamente se parecía a su padre. Caminaba erguido, arrogante y verdaderamente se parecía tanto a su padre, que solamente viéndole el rostro liso y el cabello más claro que él de su padre, lo diferenciaba y alejaba de la certeza de que fuera tal. Era un cuasi clon.
Casi anochecía y sin embargo ambos salieron con lentes oscuros. Saúl iba cautelosamente tras de ellos. Hasta que llegaron a la playa. Una limpia playa.
Descencieron. Saúl aguardó espectante y vió cómo deshinbidamente se sacaron la ropa. Ella corrió con esa sonrisa huidiza en la cara. Él gritó: ¡hagamos una carrera!. Ella levantó los brazos , los cruzó en una equis y corrió tan raudamente que el hombre no pudo alcanzarla. "Quédate atrás don clon", murmuró Saúl. Una música de vientos húmedos pasó. Saúl hubiera querido estar al lado de ellos. Dispararles a bocajarro. Hubiera querido ver el rostro espantado de la amante de su padre. Eso era lo que había deseado tanto hasta que la vio yano en una foto, si no allí corriendo. Aquel misterio del que los poetas hablaban, estaba en esa mujer de ojos verdes.
El que debía morir era ese cuasi clon. Era inaudito que la cara de su padre se duplicara en un hombre joven y que este hombre pudiera hacer suya a aquella mujer.
Vio cómo jugaban en el mar y cómo la espuma de las olas cubrían sus cuerpos transformándolos en seres de fantasía. Ya no eran dos amantes ordinarios en una playa lejana de la ciudad, míseros en sus secretos y mezquindades. Ahora eran dos cuerpos magnéticos saliendo del mar.
Saúl cerró los ojos con fuerza. Después de ese baño de mar, el cuasi clon moriría. Él mataría a esa ridícula imitación de su padre. Después de ese baño de mar, más tarde.
Y al pasar las horas, Saúl lo cumplió.
....
El tiempo cayó encima de Saúl. El tiempo, siempre el tiempo.
Dos años más tarde, internado en una clínica psiquiátrica persistentemente evocaba aquella tarde , y se repetía una y otra vez: lo mataré, lo mataré, después de ese baño de mar.
Luego veía el rostro del hombre parecido a su padre. Veía su cuerpo desplomándose y todo aquel pánico en sus ojos. Esa era la muerte y él la conocía: era un par de ojos apagándose, el vacío, el silencio en el aire, y nada más.
Siempre igual, esos ojos, ese horror.
Y el tiempo era la muerte lenta de Saúl. El tiempo.
Foto: Herbert List.
6 comentarios:
Una bella mujer que no es tu madre saliendo desnuda del mar con un tipo que se parece a tu padre (y quizás también a tí mismo) puede trastornar a cualquiera.
Me gustó mucho este relato, que se lee ligero.
Gracias y saludos.
Hola Nicho.
Llego y veo tu comentario. Espero verte ahora en tu casa.
Salutes y sonrisa.
Los demonios y fantasmas de los propios deseos que se ponen afuera y parece que uno los pudiera ver, la confusión, la rabia, la murte, y la locura.
Muy bien hecho tu relato,, mucho .
Buen relato .Me ha gustado mucho.
Saludos
He puesto a Bjork, qué chorro de voz.
El relato me ha dejado un poco inquieto; estas historias de psicópatas me dan casi miedo. Espero nunca parecerle un casi clon a ningún chalado...
Un beso, Vir.
Noemí: el quid del realto surgió recordando a un chico pelirrojo que vi hace tiempo en la calle, con el Audy y la expresión de su cara, arrogante...
De esa cara que a unos metros vi desde el bus, plin, salió lo que has leído.
Me provocó contártelo.
Un beso.
...
Sky, aún me he quedado con la gitanería en la cabeza...por momentos. Así que no te extrañe que en algún momento aaprezca por el puerto, una gitana rebelde.
un beso.
...
Gatito viejo:
Si pudieras ver mi escritorio: fotos, footos, fotos.
Y hay fotos de gatos...
Salutes.
...
Hormigo: Si te asustaste al menos un poquitín con el relato, pues, entonces está aceptable...
Bjork, o la voz suprema.
Salutes y beso.
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