¿Cuándo vi por primera vez una puesta de sol? Lo he olvidado. La vez pasada me dieron una tarjetas con una de esas puestas fulgurantes y como la recibí de manos de una nena, sonreí. "Siempre vamos a ver puestas de sol, igual aunque yo ya ni les haga caso, voy a la playa con mi hermana mayor, la Tere" me dijo la chiquita.
- Oh, dije y sonreí. Ella se fue corriendo y me quedé en medio de ese parque con la postal en la mano. Por aquel gesto de la nena, la guardé. La verdad es que las puestas de sol no me emocionan. Un atardecer con un sol difuminado por unos rojos y nubes negras, que vi en una foto como escena filmada en el exacto instante, sí produjeron en mí matices de emociones mezcladas. La naturaleza en su esplendor con oscuridad y algo de misterioso, en esos colores que lanzan voces, voces extrañas.
- Oh, dije y sonreí. Ella se fue corriendo y me quedé en medio de ese parque con la postal en la mano. Por aquel gesto de la nena, la guardé. La verdad es que las puestas de sol no me emocionan. Un atardecer con un sol difuminado por unos rojos y nubes negras, que vi en una foto como escena filmada en el exacto instante, sí produjeron en mí matices de emociones mezcladas. La naturaleza en su esplendor con oscuridad y algo de misterioso, en esos colores que lanzan voces, voces extrañas.
Cuando Paul Bowles en 'El cielo protector' se refiere en la escena final -lo conté en 'La rebelión del cuerpo'- a los momentos vividos como singulares y lo describe a una mujer que ha perdido su vida estando viva (Debra Winger sublime en este rol) habla del hecho en sí. Se vive el momento y éste es singular, en el contexto, en la atmósfera del instante. Imagino que tal vez vi por primera vez una puesta de sol siendo una chiquitina, y quizás lo que más me importó fue hacer un castillo de arena. Tal vez mi padre estaba lejos en ese momento, y la escena se borró de mi mente. Tal vez.
Recuerdo una noche de año nuevo en la que los castillos artificiales formaban una estela que contemplábamos en aquel minidepartamento al que mi niño con sus primeras palabras llamaba 'la casa cerca al cielo'. Tenía un patio ni muy grande ni muy chico. La humedad de San Miguel mantenía bellas a las plantas y la larga banca de cemento era ideal para sentarse a mirar el cielo. Esa inmensidad, el cielo de esos tiempos.
Anita, nuestros hijos, Adrián, el suyo y Alvar, el mío guardamos silencio contemplando aquel azul nebuloso en el que los castillos estallaban llenos de color. Ese fue uno de los momentos de los que habla Paul Bowles, sí. Y me provocó recrearlo aquí, después de un día terrible en el que me perdí un estreno teatral, al que me invitó Jorge. Y justamente en la Alianza Francesa de Miraflores, uno de mis sitios preferidos, con su pileta, sus patios grandes y su biblioteca iluminada.
Era para recorrerla antes de la función, el preámbulo, el reencuentro con un lugar que me recuerda días raudos, tiempos en donde la ciudad estaba llena de tanques, policías por todas partes, y se respiraba el peligro.
Y a pesar de todo, yo caminaba y caminaba por la ciudad sitiada.
8 comentarios:
como siempre, es toda una experiencia leerte. genial. me ha gustado la imagen que colocaste (y la imagen que describes al final).
saludos!
En la Alianza Francesa vi películas de Eric Rohmer como Le Rayon Vert (El Rayo Verde) que trata de la soledad y de un milagroso crepúsculo verde que te permite conocer lo que piensa el que está a tu lado.
Saludos.
Siempre es un gusto leerte VIR. Saludos
Se leen muy evocadores tus recuerdos, huelen a humedad, a sal, a mar, a arena caliente.
Paloma, espero que el reinicio de tus clases te traiga vivencias vitales.
Hago un ejercicio de la memoria,
y evoco... sólo eso. Gracias y salutes.
Vlat: 'El rayo verde' de Erich Ronmer, inolvidable.
Salutes.
Kubi: Y ya hay más fotos de los
que recorren Cusco nocturno?
Gracias Kubi, seguimos en contacto.
Noemí: es lo que hago aquí cuando el impulso me convoca. Un muy grato salute, Noemí.
Bonito post, Vir... La puesta de sol que más recuerdo es una de una tonalidad lila-rosada, en Oaxaca... Fue fuera de la ciudad, en el campo, sobre los techos de la hacienda de los abuelos. El laurel gigantísimo a un costado de la casa bajaba un poco su cabeza y estiraba sus ramas sobre nosotros. Digo nosotros porque éramos dos. Hicimos el amor dos veces en el techo. Digo amor pero, ahora lo pienso, fue un intento. De todos modos hicimos lo que pudimos y luego nos pusimos a ver el atardecer. Era entre rosa y lila, ya lo había dicho. Pero es que me impresionó mucho ese atardecer...
Un gran saludo, Vir.
¡Bienvenido Tristan estar!
Intento hermoso.
Lo he imaginado: escenas reales con su magia y su extrañeza , ESO,que nos hace particulares en medio de lo rutinario...
Muy gratos salutes.
Cada vez me gusta más leerte...
Un besiño encandilado con tus post :)
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