Collage anímico

Quisiera ser algo que flotara en el universo, y que de pronto volviera a su estado natural, una terrícola que vive en Lima.

O sino viajar en el tiempo y conocer a Kafka y proponerle un paseo por las calles de Barranco. Y avisarle a su musa, la valiente y hermosa Milena. O sostener alguna conversación con el Conde de Lautreámont en una calle de París. Sí, conversar y conversar. Uno de los más grandes placeres en la vida: una conversación animada, potenciada, intensa, serena, pasional, alegre, melancólica, extraña. Una conversación.

Animales: instinto despierto.

Humanos: instinto erótico consciente.

A veces me percibo como el espíritu de Sonic Youth.
Algo indómito.

Algo innombrable.

Y de pronto la melancolia remueve los nervios. ¿Les ha sucedido que se miran al espejo y ven dos ojos que parecen dos animales salvajes y tristes?

Y una se siente como el espiritu de una banda de músicos en una escena antigua, con canciones de Edith Piaf y viento en una calle extraña.

Una camina por las calles y escucha gritos a través de altooparlantes en cada esquina voceando candidaturas y programas de gobierno, y se invoca a la civilidad a definirse, "a tomar conciencia del gran compromiso que es votar por un candidato presidencial". ¿Han visto cómo tanto llamado aturde los sentidos?

Y una busca algún parque hermoso para tocar la hierba y extenderse sólo un instante. Luego entrar a un cine, será la cura a los sonidos hirientes. Y una quisiera ver alguna película de Fassbinder u otra en donde actúe Jeanne Moreau.

Sólo queda imaginarlos a ellos conversando. Sí, conversando.

Y después, antes que anochezca, entre las cotidianas responsabilidades, bordeando una calle que me recuerda al rocker, irse volando a la punta de la Torre de Eiffel, como si fuera el acto más sencillo y etéreo.

En esa punta me balancearía cinematográficamente, como si de eso dependiera mi fugaz felicidad.

Un átomo de color púrpura estallaría en pedacitos .

Tú que sueles imaginar seres terribles, ojala estuvieras cerca: un aerolito pasaría y la estrella Sirio brillaría intensamente.

Al final, luego de hacer pucheros de películas con mi niño para reírnos de los políticos, tirándonos de los cabellos como en los gestos filmados en una película de Ed Wood, él se iría a dormir y yo me quedaría viendo por sexta vez 'The corpse bride' y haría el click de 'pause' en esta escena, cuando Víctor y Emily consultan con el preparador de pócimas en su biblioteca del más allá.

Y como los collages anímicos duran mientras uno existe, pensaría en esos ojos negros, en esa mirada negra, esas palabras negras, ese brillo negro, negro.

Es verdad, todo debería ser en blanco y negro. Siempre.

Fotos, arriba: Sonic Youth en acción. Acordeonista en calle de París, de Gerard Laurent. Foto a color: Torre de Eiffel, de Gerard Laurent. Y foto de escena de ' The corpse bride', película de Tim Burton.