Aquí me gustaría verte papá..
Foto: lighpainter.
A Elías, mi padre.Hoy fuimos al cine a ver 'Batman inicia', mi niño y yo. Él llegó hoy cansado y contento a casa,
luego de un largo viaje en avión. Vino con muchas novedades, un regalo para su papá y chocolates alemanes para mí.
Un hombrecito de 9 años que me pasaba el brazo encima de los hombros durante la función,
y estrechaba mi mano cuando Batman decía: 'No te mataré, pero tampoco te salvaré' y entonces el villano, un magistral Liam Nielson cerraba los ojos y caía en el riel aéreo mientras
Batman iba en pos de su amiga de la infancia, la hermosa Rachel. Y los murmullos de la sala crecían, los sonidos de las bolsas de snacks , mas nosotros espantamos el enojo y seguimos
fijando nuestras miradas en la gótica ciudad, en Crane delirando con la camisa de fuerza y en Gordon , un policía que parecía todo menos tal.
Familias con globos, canchitas y risas paseaban por el centro de Lima otoñal. Mi niño y yo
comentábamos la película: el tanque-automóvil había impresionado a mi hijo y se deleitaba recordándolo. Un señor pasó presuroso por nuestro lado, anciano, sonriente, educado, pidió disculpas por el involuntario empujón que me dio de costado, en el tumulto de la gente. Le sonreí y vi cómo se alejaba solitario con su terno azul y una revista en la mano. La cara de mi papá llenó mi espacio mental, recordé su voz, su mirada, y cómo bailó aquella vez 'Con el saco sobre el hombro' , super-antigua canción de Los Iracundos. Su paso rítmico, su bizarro talante cuando se sacaba el sombrero, porque mi padre usaba sombrero como los señores elegantes, tan bien puesto su sombrero en su cabeza canosa . Recordé cómo me corregía los percenptiles ortográficos, diciéndome: ' nena mía, ya verás cómo te va a servir dominar la ortografía' y yo asentía resignada, con ganas de irme a leer los cuentos que apilaba con ilusión, regalos de papá que me daba con cualquier motivo, 'por tus ojitos grandes' , 'porque me lo dijo la mamá Rosa', 'porque sí'. Toda la opacidad pintó mi vida cuando papá se fue . Las monjas, el internado, las calles , el colegio, todo cambió. Las chicas más lindas burlándose de Jenny, la provinciana, me parecieron más crueles, cuando siempre habían sido así, la capilla se tornó un lugar demasiado gris, cuando siempre lo fue, el sonido de la calle era pesado, y la monjita joven que yo quería, ya no era buena, sólo era una chica demasiado dulce arrodillándose, invitándome a arrodillarme a mí, que quería oír a Los Rolling Stones , recién descubiertos en una noche de insomnio con la radio oculta y pegada al oído en aquel camarote , en aquella sala que me parecía una gran celda, con ventanas y monjas guardianas, apuntando las travesuras, acumulando pretextos para darnos un sermón.
No me gustaban los chocolates porque en mi Primera comunión fueron pedazos marrones en el decorado de la inmensa mesa de blanco, de lirios, rosarios y cánticos parecidos todos, con la estatua de la Virgen María que me parecía gigante, madre mía qué inmesa te ves decía yo, desviando mi mirada de sus ojos algo biscos, que extrañamente, nadie parecía notar. Era tan
alta aquella Virgen...
Hoy, algunos amigos dicen que soy terrible: ¿cómo es posible que hayas cambiado? Antes te gustaba Silvio, ahora escuchas música heavy metal , ayer preferías 'El Principito', hoy 'Los cantos de Maldoror'...., y protesto, no es cierto. Pertenezco a la fauna de los heredoxos más
extremos, tal vez. A Silvio, jamás le he considerado ñoño ni a los sonidos guturales de una canción neo-dark, la expresión de una vertiente maldita. Etiquetas van y vienen, y definitvamente en un país en el que el racismo y la hipocresía campean aún con fuerza, ser
algo loco en la praxis iconoclasta es el ejercicio más saludable para elevarse por encima de las
fanfarrias y las imprecaciones, ¡oh, muro de las lamentaciones, no acudo a ti!.
Cuando evoco a papá, le veo con las ideas algo entreveradas, políticamente era raro, detestaba la injusticia mas era partidario de las sociedades sin mayores cambios, lo que siempre me resultó chocante, porque siendo chiquita, ya veía los contrastes sociales en el internado, y libros prohibidos como los del viejo Marx habían caído a mis manos por casualidad: un barrendero del colegio los había olvidado en la capilla y yo se los devolví después de leer alguno que otro ( costumbre enseñada por papá: devolver tal y cómo me prestaron el libro que había disfrutado, sólo que en este caso me apropié temporalmente de aquellos 'demoníacos' libros) . Me cayó simpático el viejo Carlos con esa estupenda barba blanca y más aún me enardecieron sus diatribas y fundamentos.
Aquel incipiente conocimiento sin duda cambió mi manera de ver el mundo , ahora que papá se había ido al nunca jamás.
Hoy comí un chocolate tras otro con placer, sorprendida inicialmente, vi en flasback la cara de la madre Zarella, la más arrugada mujer que haya visto hasta ahora en mi vida, fiel seguidora
de la Santa Inquisición, con su chocolate arequipeño como gema que levantaba feliz.
'Mami, la señorita que me vendió estos chocolates me dijo: llevas lo más rico del mundo. Mami, es así, ¿verdad?' Le miré y como no es la primera vez que mi niño me hace preguntas que da gusto responder, le guiñé un ojo y le invité un chocolatín. Anochecía y nos acurrucamos
el uno al otro mientras sonaba 'En otro mundo' de Fangoria y en esos instantes
la felicidad era
nosotros,
los chocolates
y la canción.