4.11.05

Summertime

Allí estás con tus arrugas llenando tu rostro. Bondadoso y fino como un rey. Un rey tranquilo que iba y volvía con su cartapacio lleno de esquemas, gráficos y dilemas.

Tu hija anda cerca de esa pendiente donde caer es peligroso. Así que regreso a Cioran. Sé que el viejo Emile te parecería una lectura mortal. Sin dios ni oraciones en un templo, como aquel al que solíamos ir. Sufrirías padre mío al ver a tu herética hija, en busca de tu pupila como verdadera ofrenda de paz.

Ese tiempo, el del mar y las caminatas largas comiendo fresas como en un poema de Lucho Hernández, se fue. Mas tú jamás partiste padre mío. Permaneces alto y soberano como en esa canción de Gato Barbieri, elevado y grácil, siempre, siempre tú.